Resuenan los pasos
de monstruos invisibles
que avanzan en la oscuridad,
desgarran el velo de la noche
y destrozan los sueños.
Asesinos del alba
con charcos de fuego
en sus cuencas
donde brilla la sed del vampiro
atareado en su oficio de tinieblas.
La pestilencia del odio fratricida,
que destilan los verdugos,
envenena el aire negro.
En los pantanos del tiempo
la luz tiembla
sucia de terror y de estruendo.
El trapo de la bandera nacional
se pudre en la memoria de los muertos.
En la calle incendiada,
entre los escombros,
la sangre de jóvenes asesinados
dibuja el mapa del país.
El silencio grita
Los nombres
de los desaparecidos.
No hay nadie,
sólo fantasmas.